jueves, 30 de diciembre de 2010

El Cazador...

El cielo esta quieto, calmo.
Anestesiado de silencio solitario.
Lo acalla la tristeza desmedida de mi alma
que observa desde arriba con sus llagas,
 no quiere desbordar su caudal de lágrimas.
El sol se asoma tenue y despacito,
me explica que ha de arder en mis espaldas.
Mientras tanto se aleja la mañana.
La tarde es un hueco de murmullos.
Avionetas en lo alto rastrean el tiempo que se escapa,
el viento sonoro emprende su marcha
mientras las horas se deslizan como lágrimas.
Asecha la noche, los árboles miran irónicos
el sendero que oscurece lentamente.
El sol se apaga y el tinto crepúsculo se instala.
El cazador sale en busca de almas desahuciadas,
los juncos se mecen entre sí llorando tu ausencia.
Aquí afuera todo es mucho y a la vez todo es nada.
Mis sueños se han quedado dormidos en el sonido
inquieto y triste  del agua, mientras tanto,
con espíritu remendado de esperanzas
nuevamente llega el alba.
Escobar, tierra de las flores y las plantas,
encierra en el bosquejo de su altiva vegetación,
entre senderos pedregosos
y pájaros  perdidos en el bosque,
su hermosura que limita ante lo inexistente,
ante la imagen de lo que no es,
la belleza exterior e interior de ti,
ante tu voz ausente.
El cielo se nubla, mas tarde te llora.
Si. Te llora con lágrimas de lluvia.
ruth_medinna@hotmail.com









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