Me quedé sin trabajo, estoy tranquila, una seguidilla de enredos me ayudo a tomar coraje y decidir que hacer sea cual sea el riesgo que corriese, no podía quedarme sentada esperando así que tomé fuerzas y salí en busca de un empleo nuevo. Lo conseguí enseguida porque estaba segura de mi misma, de todos modos todos me conocían en el barrio y sabían bien lo luchadora que soy y más de uno me ofreció trabajo en varias ocasiones.
Trabajé algún tiempo hasta que empecé a notar que mi nuevo jefe tenía comportamientos agresivos y brotes de psicosis, no dudé mucho en renunciar, nada me ataba, ni la necesidad de mantener los gastos mensuales de vivienda, ni las obligaciones diarias, ni el perder el lugar que tanto me costó conseguir.
Fue así que viaje para emprender algo por mi cuenta, había tocado fondo y lo único que entendía era que ya no quería volver a trabajar bajo relación de dependencia.
Durante mi estadía fuera de Buenos Aires conocí gente increíble y maravillosa. Uno de los lugares que más me gusto fue Misiones, su gente, su vegetación, su ritmo de vida pacífico y los valores de las personas. Supe entonces que mi destino final estaría allí ya que debería concluir mis días en un lugar que me brindara la paz que necesitaba.
Resolví hacer mis negocios con una pequeña indemnización que cobre de mi empleo anterior al último y compre algo de mercadería que luego transporte a la Ciudad de Córdoba. Los negocios no me salieron del todo bien pero volví a Buenos Aires desconcertada. Esto era peor que cualquier cosa. Busque ofertas laborales que me dieran cierta independencia pero no trate con las mejores personas y el dinero se fue consumiendo con los gastos de alquiler, comida, etc.
Ya estaba tocando fondo nuevamente cuando tomé coraje y en actitud de camicace tomé un pequeño bolso y me dirigí con las monedas contadas a la terminal de ómnibus donde saqué pasaje a cualquier lugar de la Costa Atlántica donde hubiera algo de bullicio y gran flujo de gente. Estaba casi en temporada y conseguiría un empleo para recomponer mi situación lo antes posible. No importaba siquiera donde dormiría “siempre que llovió paró”
--Dice el dicho -.
Acá todo se ve diferente, la nostalgia parece invadir mis extremidades. Extraño a las personas que quiero, aquellas que formaron parte de mi vida y las que pasaron brevemente por mi camino, extraño a mi familia por sobre todas las cosas, a mis amigos, a la gente que me saludaba con euforia cuando recorría las calles de Buenos Aires, extraño un poco la vida que tenía y a veces hasta suelo extrañar el ruido del tren que se oía seguido desde mi ventana. Pero bien vale la pena el esfuerzo porque una vez mas sé que algo mejor viene en camino.
Fin.
“La evolución del tiempo enseña su grandeza a los sabios que aprenden a utilizar el dolor como herramienta para llegar a la felicidad y la torpeza al necio que se sumerge en el desconsuelo”
Ruth Medinna.
E-mail: ruth_medinna@hotmail.com
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