jueves, 13 de enero de 2011

El retorno a Buenos Aires...

Hace algunos meses que nos extrañamos mutuamente. Finalmente tengo mis vacaciones y aunque sea poco el tiempo, solo tres días, ya que el resto de ellas debo trabajar en otro lado, decidí ir a verlo a San Clemente del Tuyú.

Estoy sumamente enamorada y quiero concluir mi existencia junto a él, yacer a su lado, formar parte de su presente y de su futuro también. Por supuesto que algo pasó en el medio y considero que no es necesario decirlo. Hace algún tiempo me hizo la propuesta de ser novios pero le dije que no quería pensar en títulos por ahora y que tan solo quería amarlo y disfrutarlo en cada día de mi vida. El miedo a fracasar era gigante aún, a veces las etiquetas suelen lastimar una relación y volverla monótona y fría.

Aun así mi vida estaba enfocada en base a él. Pasa que aún mis temores eran muy grandes y no quería perderlo.

Así que llegado el momento armé mi pequeño bolso y partí locamente sin saber aún donde pasaría algunas noches. De todos modos no sería mala idea la de dormir en la playa y hacer el amor con él entre caricias y movimientos cómplices y disimulados que envolvieran nuestras acciones por si algún ojo pasara a espiarnos.
-Cuenta Anita -.

Llegó la noche y nos encontramos. Me miró. Lo miré. Asentí con la mirada y sello mis labios con un beso profundo, infinito e inquieto. Hicimos el amor en el fondo de la casa que alquilé apenas llegué. En su casa lo esperaban sus padres para cenar. Bien entonces. ¿Qué podía decir yo si aún no era su novia?

Lo acompañé a tomar un taxi y cuando estábamos saliendo entre besos y caricias mira a mis ojos profundamente. -Quiero más –me dijo. -Y asentí de nuevo sin omitir sonido -.

Retomamos el camino y a pocos metros hicimos el amor nuevamente.

Al día siguiente nos encontramos de nuevo. Desayunamos juntos y nos embebimos de deseos. Hicimos el amor una y otra vez.  Nos duchamos juntos y volvimos a impregnarnos de placer y nos amamos nuevamente. Almorzamos. Nos acariciamos y volvimos a hacer el amor. Tomamos una siesta y desperté entre sus brazos que me sujetaban con fuerza. Lentamente me fui deslizando hasta llegar con mis labios a besar su miembro, despertó jadeante e hicimos el amor desenfrenadamente.

Las horas irreverentes transcurrieron, era casi la noche así que merendamos algo y nos marchamos cada uno a su casa.

Al día siguiente mientras él trabajaba así que pasé algunas horas en la playa. Luego fui a pasear por el centro y comprar alfajores para llevarle a mi familia. Y más tarde nos encontramos de nuevo. Lo conocían todos. Ni siquiera tomó mi mano para caminar. Fuimos a la casita en que nos deleitamos tanto el día anterior y me preguntó que me pasaba. Le dije que no quería volver a verlo.

Juan -¿Es porque no te tomé de la mano y no te besé delante de la gente? -

Anita –Por eso mismo… ¡No soy un juguete! –

Juan –No  me gusta exhibirme gratuitamente delante de los demás…-

Anita –Ya no tendrás que exhibirte…por lo menos no conmigo –

Juan –Yo tenía sueños, proyectos con vos, pensé que lo nuestro sería para siempre… ¿Y así como así tirás todo por la borda? -.

Anita –Es que estoy confundida y no bien que es lo que quiero -.

Por dentro se desgarraba de dolor pero su orgullo solía llevarla a decir cosas que no sentía.

Juan –OK. Si es así no hay más nada de que hablar…pensé que eras diferente -.

Anita –Perdonáme –.

Y pensando en que no eran novios se acercó hacia él para besar sus labios mientras que él corre su cara dando señales de enojo. Intenta abrazarlo y el quita sus brazos, intenta acariciarlo, seducirlo y él se resiste. Ella no se da por vencida, mira sus ojos, sostiene sus manos e impregna sus labios con un beso profundo. Juan ya no puede resistirse y la arrebata empujándola hasta la habitación donde levanta su vestido, roza su entrepierna llenandola de caricias con sus manos inquietas y la besa íntegramente, jadeante,  impregnando su vagina de humedad y llenándola de sexo ardiente y amor desenfrenado.

Todo concluye. Le dice que la ama con locura y que no vuelva a hacerle eso.

-Anita –Mmmm… creo que voy a hacerte enojar mas seguido.

Ambos se sonríen y concluyen la despedida. Ella debe volver a Buenos Aires.
Continuará...

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