jueves, 13 de enero de 2011

Retrato de una noche...

Necesitaba verte. Creo conocerte de una vida que no es solo esta y no te esperé durante  años sino que lo hice durante siglos. Contigo siento que he recorrido tantas épocas, tantas vidas, tantos cuerpos. Extrañaba tu aroma, tu risa, tu mirada, tu boca, mi calma al ver el vaivén de tus labios cuando me interrogaban.

¿Qué es lo que veías dentro de mí y querías curar?

Aun recuerdo cuando atinaste a apoyar tu mano sobre mi pecho y sin hacerlo sentí tu energía, que  tus dedos buscaban extirpar algún mal que estaba dentro de mí.

Reiky, curación con las manos, energía que se transmite, todo eso.

Perdón, no te creí.

Comenzamos a conversar durante largas horas, me hiciste llorar, iniciaste el camino que desnuda mi alma, lo más recóndito de mí, las memorias escabullidas que se ahondaron en lo más profundo de mí ser y de mi cerebro.
El diástole y el sístole protuberantes de mi corazón  parecían hacer estallar mi pecho en aquellas horas.

Cuanta belleza había dentro de ti, me relajabas con tus historias de los Dioses, de África, de los niños a los que ese payasito divino les robo una sonrisa. Hacia mucho tiempo que no me sentía así ni me admiraban por mi interior. Y lo exterior es pasajero.

Empezaron a surgir las reminiscencias y llegamos a la conclusión de que escribiríamos un libro juntos, La dama y la Luna –dijiste que se llamaría - y me lo dedicarías cuando este terminado, pero debíamos renunciar a la apuesta, al desafío de que me enamores. Pues lo único que querías ahora y más allá de tus sentimientos era ayudarme. Y así fue. Renunciamos.

Otro día llegó.

Te extraño –me dijiste –

Y nos vimos de nuevo.

Fueron naciendo mas charlas, nos ahondamos mas en el interior del otro, mirándonos fijo a  los ojos, presenciar una vez mas el beso inquieto que se sumergía en mis labios muertos de sed de rozar los tuyos, esperando el momento preciso para que alcanzaras los míos. Habíamos renunciado a la apuesta pero la energía erizaba todo el contorno de mi piel, nunca me había pasado algo así, vibraba de pasión ante tu figura, ante tu voz, ante tu mirada y tu ternura.

Fue raro, más loco que nuestras poesías y los mismos locos y más raro que vos
–como yo te decía -

¿Te puedo abrazar?

Claro
–te conteste -

Y me sumergiste en un abrazo profundo y lleno, infinito, mágico, eterno.

Luego me miraste a los ojos y besaste mis labios con tu mirada que impregnó mi boca llena de ti en el destello de tu mirar infinito como tu Luna
–te sentí -

La noche transcurrió y me escribías los poemas mas lindos que recibí en mi vida.

Y tomaste mi rostro acariciando con ternura mis mejillas y mi frente, y me besaste con un beso que duro por siempre.

Con mi cuerpo aferrado en tus brazos me pediste que me quede contigo para siempre.

Me asuste, me limité, me excedí al mirarte de una manera triste, dudosa, impenetrable.

Al amanecer todo fue confuso y diferente, parecía esfumarse toda esa fantasía inigualable de haberte encontrado. Te sentía distante y aun no entendía el porque.

Así que decidí tomar distancia de ti y me aleje para siempre, esta vez, llena de orgullo y cobardía.

Entonces llegue a casa y comencé a escribir poesías para ti.
Continuará...

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