Es una noche como cualquiera, solo que más especial que otras.
El mismo cielo, las mismas estrellas, el ruido del tren, el bullicio de los automóviles y algo que marca la diferencia en este treinta de marzo que jamás voy a olvidar.
Hace cuatro días que Juan llegó y hace tres que lo vi y fue tan solo unos minutos, luego me acompañó a mi lugar de trabajo y después de eso me mantuvo al tanto durante toda la jornada diciéndome que estaba buscando un empleo en Buenos Aires y desde entonces ya no tuve mas noticias de él hasta que luego de varios intentos fallidos de comunicarme con él me envía un mensaje de texto diciendo…
-Mil perdones…me quedo en San Clemente y no me animo a decírtelo…suerte en tu futuro –Continua Anita relatando su historia con ojos llenos de lágrimas -.
Las luces son tenues, estoy sola y quiero agasajarme. Estoy triste. He llorado tanto en este día, he sido invadida por un nudo que aprisionó mi pecho hasta que rompí en llanto. He derramado tantas lágrimas que mis ojos quedaron vacíos y resecos de hastío. Por primera vez en tanto tiempo y sentada frente a la computadora me doy cuenta de lo sola que me siento. Hace seis meses y ocho días que alguien entró a mi vida y hace tan solo un maldito día que me abandonó.
Quise entender el porque pero no hallé la respuesta. Le brindé todo mi amor, lo más profundo de mí, dediqué muchas poesías que escribí para él. Mi amor fue suyo, mis caricias, la intensidad de mis besos, el encanto de mis labios que se deslizaban íntegramente embriagando el contorno de su piel, la humedad de mi sexo, el sudor de mi piel erizada de deseos. Aquellas noches en que desperté soñando que estaba aferrada a su cuerpo, embebiendo mis sábanas de elixir.
Hoy me despido de todo, de lo que fui, del amor de mi vida, de mi pasado, de mi existir.
A veces intento comprender el porque pero no encuentro la respuesta.
Escribir me causa una cierta delicia de que algún día todo será diferente y la lectura de estas líneas no será más que un simple recuerdo.
En algún tiempo fui presa de mi propio ego, alimenté el amor hacia mí que poco a poco fue desvaneciéndose y entregándose a él, enteramente a él.
Enciendo unas velas y hornillos con aroma a café, el perfume a vainilla me hace recordarlo, era mi favorita y también la de él.
La cena es sushi, busqué la receta en Internet. El vino blanco dulce, que guardaba para brindar con el amor de mi vida en una noche de amor y de lujuria. Brindo con su ausencia y disfruto nuevamente de mi libertad. Todas las mañanas serán mías. Despertaré pensando en mí, creyendo en mí, haciendo las cosas que me hacen feliz. Intentaré convencerme de que todo no fue mas que un mágico sueño que poco a poco se fue desvaneciendo.
Apenas el tenue paisaje de su recuerdo parpadea ante mis ojos y confunde mi existencia, pero aún así, todo parece perfecto, solo que me cuesta encontrarme a mi misma.
Solo resta algo importantísimo para completar la velada. Tomar las cartas que iban a serle entregadas en una noche especial y como sorpresa única a Juan diciéndole y mirando a sus ojos que por ser el “Gran Amor de mi Vida” se las otorgo para que cada día ayudemos a florecer el amor que nos tenemos.
Las tengo en mis manos y la maldita distancia no me permite entregárselas. Me dejó con las palabras en la boca, sin darme la revancha de decirle lo que siento, de lo importante que fue para mí el haberlo encontrado en mi destino. Dejó mi pecho lleno de dolor y de impotencia. Echó todo por la borda. Desbastó mi alma con palabras impías y verdades vacías.
Despedacé algunas epístolas y arrojé a todas a la basura, inclusive la caja en la que las guardaba.
Mañana será otro día y tal vez respire de nuevo el aire que me hizo sonreír alguna vez.
Continuará...
Continuará...
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